viernes, 22 de agosto de 2014

Breve ensayo sobre el conflico palestino-israelí

 (El siguiente ensayo ha sido escrito poco antes del secuestro de los tres jóvenes israelitas y de la posterior ola de violencia por ambas partes)


 Durante la segunda mitad del siglo XIX, N. Birmaun denominó sionismo al movimiento nacional de pueblo judío que tiene como objetivo el regreso de los judíos a la Tierra de Israel, su patria de origen. No se comienza a convertir en un movimiento político hasta finales del siglo XIX, gracias al principal ideólogo del sionismo Teodoro Herzl. Paradójicamente, en este contexto histórico se configura también el nacionalismo árabe, que se cristalizará tras la Primera Guerra Mundial.

 En 1917, en plena guerra, Gran Bretaña emite la Declaración Balfour, en la que se prometía el establecimiento en Palestina de un estado judío, a pesar de las promesas hechas a los árabes tras su alianza en la guerra. Al finalizar ésta, y durante el Mandato Británico en la región (Palestina, Jordania e Iraq), decenas de miles de judíos, sintiendo el frío rechazo de una Europa en cambios, comenzaron la progresiva colonización de una tierra ya habitada: Palestina.

 La reacción árabe no tarda en llegar y tienen lugar numerosas huelgas y revueltas de la población palestina, que impregnada de un nacionalismo que poco a poco se iba radicalizando, veían cada vez más lejos la creación de un estado árabe e independente. Los judíos defienden la creación de un estado basándose en los lazos históricos de su pueblo con la Tierra Santa; los árabes oponían a éstes los derechos incuestionables del Islam sobre un país que habían habitado desde el siglo VII, adquiriendo un carácter musulmán y donde la población árabe era mayoritaria.

 Durante el periodo de entreguerras el único antisionismo serio lo formaban judíos de izquierdas que creían que se realizaba una injusticia contra los palestinos; judíos ortodoxos que afirmaban que el sionismo era una blasfemia antes de la llegada del Mesías y judíos liberales que opinaban que el hogar de los judíos se encontraba en occidente, escenario de todos sus triunfos desde Spinoza hasta Einstein.

 Ante el problema en la región y sobre todo, después de constatar las atrocidades cometidas por el régimen nazi, las Naciones Unidas deciden intervenir y se propone la partición de Palestina en dos estados: uno judío, que aceptan y otro árabe, rechazado por estos (Reino Unido también se opuso a esta propuesta, y abogó por la creación de un Estado federal en el que convivieran ambas partes). En 1947 y a falta de pocos meses para la finalización del Mandato Británico en la región estalla una guerra civil, que se agrava con la salida de los ingleses y la proclamación del Estado de Israel en mayo de 1948, cuando los países árabes fronterizos atacan duramente a éste, tratando de eliminarlo. Pero Israel vence y logra anexionarse parte de la superficie que la ONU le había asignado a los árabes. Hay que mencionar dos guerras clave en la segunda mitad del siglo XX: La Guerra de los 6 días (1967), en la que Israel ataca por sorpresa a los países árabes colindantes debido a la sospecha de un inminente ataque por parte de éstes. La nación judía consigue dominar la península del Sinaí, Gaza y Cisjordania. En 1973 Egipto y Siria ejecutan un repentino ataque a Israel (Guerra de Yom Kippur), pero éste logra hacerles frente y se apodera de buena parte de los Altos del Golán.

 En los años 60 se funda la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), organización en la lucha armada contra Israel. Siendo presidida por una de las figuras clave del movimiento palestino, Yasser Arafat, que abandonará las armas a finales de los años 80, convirtiéndose de este modo en un movimiento político y no militar. El Estado de Israel cede la autoridad de Cisjordania y de la Franja de Gaza a la administración civil palestina en el año 1993, con la firma de los Acuerdos de Oslo.

 En el año 2001, el ex-ministro de Defensa Ariel Sharon, acusado de crímenes de guerra durante la Guerra del Líbano, es elegido Primer Ministro de Israel donde comenzaría una dura política contra el régimen palestino. Un régimen dividido políticamente en su territorio:

 - Cisjordania es gobernada por la Fatah, una organización político-militar y facción de la OLP
 -La Franja de Gaza en cambio, es regida por Hamás, una organización terrorista que ha atentado en innumerables ocasiones contra Israel, saboteando cualquier intento de negociación entre el estado judío y la OLP.

 Sharón incrementa la campaña derechista anti-palestina y en 2002 se inicia la construcción de una barrera que separa Cisjordania de la zona oriental de Israel con el pretexto de defenderse de los ataques palestinos.

 Hoy, Cisjordania se asemeja a un gueto rodeado de alambrada y muros. Israel anuncia constantemente nuevos asentamientos ilegales de colonos judíos en zona árabe. En los check-points israelíes mueren todos los meses civiles de ambos bandos. Son incontables los ataques terroristas por parte de radicales árabes en la frontera, que causan la muerte de israelíes civiles y militares cada año. Se intensifican los controles, que dificultan la entrada y la salida de palestinos a un lado y otro de la valla. Activistas judíos extremistas publican los nombres de los empresarios que dan trabajo a palestinos. Se reparten  folletos en los buzones de Jerusalén oeste que ofrecen trabajo, aclarando que no trabajan árabes allí.

 Todas estas actividades son ilegales y no hacen más que distanciar a ambos pueblos y avivar un conflicto que ya se encuentra inmensamente lejos de solucionarse.

 Mientras ambas partes continúen disparándose acusaciones* ; mientras el fanatismo islámico autodestructor siga aumentando; mientras la plutocracia nacional-religiosa israelí persista en no apreciar la diferencia entre estado-judío y fe-judía y mientras los tribunales internacionales no se cansen de chocar la cabeza contra el muro de los dictámenes no vinculantes… el problema no se va a solucionar. Porque ni siquiera el sionista más radical se atrevería a afirmar que ha sido cumplida la parte de la Declaración Balfour donde se dejaba claro que “no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina”.

 Quizás algún día el sionismo llegará a comprender que si el nacionalismo religioso no es bueno para otras comunidades puede que tampoco sea bueno para los judíos; a dudar de la interpretación tribal y acrítica de los textos a los que se les atribuye origen divino y a darse cuenta de que la Tierra Prometida podría convertirse en una democracia laica y multiétnica, posible hogar de otras muchas víctimas y vagabundos desterrados. 

 En los últimos días, la organización terrorista de Hamás y la Fatah han anunciado un acuerdo de reconciliación, para intentar formar un nuevo gobierno de unidad nacional que favorezca a todos los palestinos. Nada más conocer la noticia, el primer Ministro israelí Benjamin Netayahu declaró que “el señor Abbas -presidente de la Autoridad Palestina- debe elegir la reconciliación con Hamás o la paz con Israel”. El secretario de Estado estadounidense John Kerry se mostró “decepcionado” y aseguró que este acuerdo “complica seriamente las negociaciones”. Estas declaraciones aumentan aún más la desesperanza y aleja una posible solución del conflicto, que parece estancado desde hace años.


*El que fuera Primer Ministro israelí Menajem Begin comparaba los refugiados en Gaza con miembros de las SS y declaró que los palestinos eran “bestias que caminaban sobre dos piernas”.

Por otra parte, el antisemitismo moderno tiene la obsesiva y desagradable necesidad de comparar a Israel con la Alemania nazi. Sería mejor que ambas partes abandonaran este tipo de analogías, que únicamente sirven para hacer de menos o incluso negar la Shoah, cuya memoria no debemos insultar.


Gracias a Daniel (profesor de Historia) por su visión crítica y correcciones.